El gobierno encabezado por el presidente Luis Abinader ha propuesto una serie de reformas en las que se contempla la fusión de varios ministerios, así como la eliminación de algunas direcciones que se consideran innecesarias o que podrían ser absorbidas por otras entidades. Una de las propuestas más controversiales es la fusión del Ministerio de Educación, Bellas Artes y Cultos con el Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología (MESCYT). Ante esta idea, me siento en la obligación de expresar mi total desacuerdo y argumentar por qué considero que esta decisión sería perjudicial para el futuro del país.
En primer lugar, es preocupante que muchos de nuestros gobernantes vean el desarrollo y la competitividad nacional como algo que se alcanzará por pura casualidad o por una especie de milagro divino. La realidad es que, para avanzar como país, se necesita una planificación estratégica en áreas clave, y la educación es, sin duda, una de ellas.
La educación en la República Dominicana ha sido un talón de Aquiles durante décadas. Los resultados de las pruebas PISA nos colocan constantemente entre los peores países del mundo en términos de calidad educativa. Este indicador refleja el profundo problema estructural que enfrentamos: una educación deficiente, incapaz de formar ciudadanos competitivos en el ámbito global. Además, el país carece de una infraestructura adecuada que permita una mayor productividad, lo que nos convierte en una economía basada en el consumo y dependiente de sectores como el turismo y las remesas, más que en la exportación de bienes agrícolas, productos industrializados o incluso de conocimiento.
Por lo tanto, resulta alarmante que se contemple la fusión del MESCYT con otro ministerio, una movida que podría diluir su rol y debilitar una de las pocas áreas estratégicas que tenemos para fomentar el progreso. Este ministerio tiene una misión crítica que va mucho más allá de la gestión de becas para estudiantes de nivel superior; su verdadero papel debe ser el de catalizador de la investigación y el desarrollo, claves para el crecimiento de cualquier país que aspire a ser competitivo en el siglo XXI.
En lugar de reducir la importancia de este ministerio, el Estado dominicano debería estar pensando en cómo fortalecerlo, aumentando la inversión en investigación y desarrollo (I+D). Países que han logrado niveles elevados de competitividad internacional no lo han hecho improvisando, sino destinando recursos a la innovación, la ciencia y la tecnología. El MESCYT, lejos de ser fusionado o eliminado, debería convertirse en el epicentro de una estrategia nacional que busque posicionar a la República Dominicana como un referente en estos ámbitos.
Es vital entender que el desarrollo económico de una nación no es un fenómeno espontáneo ni depende exclusivamente de sectores como el turismo. La clave está en ser capaces de generar conocimiento, innovación y valor añadido. Para ello, es esencial contar con un ministerio enfocado en potenciar la educación superior, la ciencia y la tecnología, con autonomía y recursos suficientes para fomentar proyectos de investigación que impulsen nuestra competitividad global.
En conclusión, la propuesta de fusionar el Ministerio de Educación, Bellas Artes y Cultos con el MESCYT parece ser una decisión equivocada. En lugar de unir ministerios con funciones tan distintas, deberíamos estar invirtiendo en consolidar un sistema educativo que realmente prepare a las futuras generaciones y que coloque a la ciencia y la tecnología como pilares del desarrollo nacional. El futuro del país no puede depender de improvisaciones, sino de una visión clara y estratégica, en la que la educación superior y la investigación jueguen un papel protagónico.